martes, 29 de octubre de 2013

Dolomitas VII: Cinque Torri, una de escaladores y marmotas

Lo zona de Cinque Torri tiene una serie de características que la hacen especialmente atractiva para el fotógrafo. Las cinco peculiares formaciones rocosas de las que toma su nombre son sin duda el motivo principal por el que mucha gente se acerca a este singular paraje, unos para fotografiarlas, otros para intentar alguna vía de escalada y otros, simplemente, para contemplar la belleza de tonos anaranjados y grisáceos de su roca.

¿Cinque Torri?  Dependiendo del punto de observación que escojamos el panorama cambia por completo, de tal forma que unas torres van desapareciendo y otras parecen brotar de la nada. Rara vez son cinco las que se recortan contra el horizonte, pero más allá del entretenimiento que supone tratar de identificarlas, sus inmediaciones ofrecen un cambiante paisaje en el que los prados se alternan con zonas arboladas y plantas de todo tipo. Me gustó el contraste entre el verde mullido de esta pradera y los tonos naranjas de la roca, así que escogí el encuadre y esperé un buen rato a que unos oportunos rayos de sol iluminaran las torres.























No es de extrañar que tan particular monumento natural atraiga a escaladores de todos los niveles, así que desde el primer momento traté de localizar en las paredes de las torres alguna cordada a la que el aparente riesgo de tormentas no le hubiera impedido salir a medirse con la roca. Una vez más, el teleobjetivo fue mi gran aliado.


Si los escaladores disfrutan tratando de alcanzar la cima de las torres, las marmotas lo hacen yendo de aquí para allá a través de los frescos prados de los alrededores. Tuve la ocasión de fotografiar unas cuantas, pero esta parecía encontrarse especialmente cómoda delante de la cámara. ¿Qué buscarán sus ojos en la lejanía?

Y así, entre escaladores y marmotas, discurrió aquella agradable tarde de julio.

Días después, cuando nos encontrábamos inmersos en otra aventura fotográfica completamente diferente, observamos la silueta de Cinque Torri en la lejanía. La perspectiva no tenía nada que ver con la que nos ofrecían localizaciones más cercanas y la luz parecía interesante, así que no dudé en sacar la cámara del macuto y esperar a que el sol iluminara las torres y dejara en sombra el promontorio sobre el que se asientan.























Hice la foto, guardé la cámara y continuamos nuestro camino, pero durante un buen rato varias preguntas rondaron mi cabeza: ¿Cuántas marmotas estarían correteando en ese momento por aquellas praderas? ¿Cuántos escaladores habría en ese preciso instante tratando de completar su vía soñada?


miércoles, 23 de octubre de 2013

Dolomitas VI: Le cascate di Fanes

Una de las cosas que más me impactó de las Dolomitas es que hay una inmensa cantidad de sitios sobrecogedores a los que se puede acceder sin necesidad de hacer largas caminatas ni superar grandes dificultades. Esto simplifica bastante las cosas a la hora de hacer fotos, ya que puede uno cargar sin problemas con todo el equipo e incluso acercarse a este o aquel sitio varias veces en un mismo día, pero tiene el inconveniente de que esos lugares tan accesibles y al mismo tiempo tan espectaculares suelen estar abarrotados de gente, lo cual no sólo dificulta las cosas para los que amamos la fotografía, sino que en ocasiones puede hacer que el encanto de ciertos parajes se diluya entre la multitud que acude a visitarlos a diario. En cualquier caso, las Dolomitas también están repletas de lugares recónditos y de difícil acceso donde disfrutar de la soledad y de la pureza de sus paisajes, así que el abanico de posibilidades tiene casi tantas varillas como uno pueda imaginar, un paraíso para el fotógrafo, vamos.

La cascada del río Fanes es el ejemplo perfecto de esos lugares que aúnan belleza y fácil acceso a partes iguales y que suelen ser visitados por un considerable gentío cada día. Hay una vía ferrata que pasa por detrás de este magnífico salto de agua, pero no es necesario jugarse el tipo para acceder a puntos desde los que poder contemplarla y fotografiarla en todo su esplendor.

Mi intención era aprovechar la presencia de alguna persona para dimensionar la cascada y que se apreciara su grandiosidad, pero no quería tampoco una imagen en la que hubiera gente por todos los lados. Tuve suerte, pues el día que la visitamos el cielo estaba completamente cubierto y habían anunciado tormentas, lo que hizo que no hubiera mucha gente. Busqué un punto de vista que me pareciera interesante y esperé a que un grupo no muy numeroso de personas cruzara la pasarela que hay situada en la parte inferior de la cascada. Tres, dos, uno... "clic".


Después de despeñarse por la cascada que las ha hecho famosas, las aguas del río Fanes continúan su recorrido a gran velocidad, primero discurriendo entre grandes paredes de roca y luego por zonas más abiertas. Me habría gustado bajar hasta el mismo lecho del río e intentar captar esos ricos matices de color azul pálido que ofrecen sus aguas, pero las tormentas que habían anunciado rompieron el cielo en una sucesión de estruendos que me hicieron tener que conformarme con fotografiar el río desde una posición más resguardada. 

Esperamos un rato a ver si terminaba la tormenta, pero en vista de que los truenos resonaban cada vez con más fuerza y de que la lluvia no cesaba, decidimos iniciar el camino de regreso. En uno de los miradores habilitados para contemplar la cascada, me detuve a revisar en la cámara la primera de las imágenes de esta entrada y comprobé que, al estar hecha desde abajo, se perdían algunos tramos de agua. Me gustaba la foto, pero no podía dejar pasar la oportunidad de hacer otra en la que se apreciara la cascada entera, incluida la ferrata que la atraviesa por detrás. Tuve la suerte de que justo en ese momento pasaba por allí una persona que me sirvió para dimensionar el salto de agua, aunque a este tamaño queda reducida a un puntito blanco que hay a la derecha de la cascada, a la altura del tercio superior.


Y hasta aquí la visita a la cascada del río Fanes, un lugar con infinitas posibilidades fotográficas al que sin duda volveré en cuanto tenga oportunidad. De momento estas fotos y el recuerdo del estruendo ensordecedror del agua precipitándose a gran velocidad me transportan allí durante unos intensos pero fugaces instantes. Hasta pronto, río Fanes.


viernes, 18 de octubre de 2013

Dolomitas V: Momentos de luz y nubes

Uno de los principales atractivos de la montaña es que, incluso en verano, nos ofrece una casi interminable variedad de momentos únicos gracias a la diversidad de fenómenos meteorológicos que en ella se producen. Las nubes son uno de esos elementos que uno disfrutaría fotografiando sin cansarse durante horas, pues conforman un mundo infinito de formas y matices que nos invitan a experimentar con encuadres y composiciones. Si a todo ello le añadimos la capacidad de la luz para transformar por completo un paisaje en apenas unos segundos, no es de extrañar que cuando confluyen ambos elementos el resultado sea casi siempre una serie de instantes tan fugaces como sobrecogedores. 

En mi viaje a las Dolomitas tuve la ocasión de presenciar algunos de esos momentos en los que la luz y las nubes parecen ponerse de acuerdo para deleitar con sus sutiles juegos a todo aquel que contemple con atención el paisaje que le rodea. Instantes que parecen haberse escapado del reino de los sueños para dejar marcas imborrables en nuestro recuerdo.