El pasado domingo, en vista de que había algunas nubes curiosas cuando empezaba a caer el sol, decidí subir a los miradores de los poetas a ver si pillaba un atardecer interesante. Hacía un frío atroz y bastante aire, pero las últimas luces del día compensaron con creces el esfuerzo.
Subí con la idea de captar un cielo atractivo sobre los pueblos de la Sierra de Guadarrama, pero una vez allí me encontré con que el verdadero espectáculo se estaba produciendo sobre las montañas, justo a la espalda del Mirador de Vicente Aleixandre y del de Luis Rosales. La luz dorada de los últimos rayos de sol confería a Siete Picos un aspecto sobrecogedor.
Subí con la idea de captar un cielo atractivo sobre los pueblos de la Sierra de Guadarrama, pero una vez allí me encontré con que el verdadero espectáculo se estaba produciendo sobre las montañas, justo a la espalda del Mirador de Vicente Aleixandre y del de Luis Rosales. La luz dorada de los últimos rayos de sol confería a Siete Picos un aspecto sobrecogedor.
La buena luz duró apenas unos minutos, pero justo cuando ya parecía que la noche se adueñaba de la ladera de Siete Picos, el Sol dibujó esta curiosa forma de luz roja en su ladera. Pura magia.
Inicié el camino de regreso ya de noche, con mucho frío y con las imágenes del atardecer todavía en la cabeza. Y siempre la misma pregunta: ¿qué habrá en la tarjeta?